El autor duda que sea necesaria una continua vigilancia de las autoridades de la competencia para evitar que las economías capitalistas se conviertan en una constelación de monopolios y oligopolios. No parece cierto que los monopolios dañen la economía si se les permite discriminar precios. Prohibidos los cárteles secretos, bastaría con que los acuerdos entre empresas sobre precios y cantidades se declararan ilegales y no exigibles ante los tribunales. No debemos aspirar a la competencia perfecta, sino permitir el pleno despliegue de la libre competencia.
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