“Yo no he pedido nacer”. La recurrida frase retumba en los oídos de los padres víctimas de la violencia de sus hijos. Sufren, sufren mucho, -al igual que sus ‘pequeños’- y no entienden en qué momento las agresiones verbales, vejatorias y físicas se convirtieron en parte de su rutina. No son excepciones. Las denuncias se han disparado de forma vertiginosa en los últimos años y, según los datos que maneja el programa RecURRA-GINSO (trata a padres e hijos con este problema), el 13% de los jóvenes ejercen violencia física contra los padres y un 40% violencia psicológica. Aunque los prejuicios lleven a pensar en familias con pocos recursos, marginales, desestructuradas, los datos señalan a la clase media-alta y a la alta; y a menores inmaduros, acostumbrados a conseguir lo que desean sin tener que luchar por ello.
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