A falta de cuatro semanas para que se disuelva el Parlamento, no parece que la relación entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias vaya a contribuir a desbloquear las negociaciones PSOE-Podemos. Más bien lo contrario. Los acontecimientos de los últimos meses no han hecho sino consolidar el recelo mutuo entre dos personas con personalidades, entornos y trayectorias opuestas. Una situación en la que los dos guardan agravios que echarse en cara y en la que la arrogancia y la impulsividad con las que se mueve el líder de Podemos en ocasiones han jugado un papel clave para que Sánchez contemple con desconfianza un acuerdo con el.
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