Mientras el presidente del Gobierno español, José María Aznar, condena sistemáticamente la política de Fidel Castro y se abraza con la oposición en Miami, silencia las prácticas dictatoriales de su colega guineano, Teodoro Obiang, al que parece comprender, y rechaza a la oposición en Madrid. Detrás de esta actitud está el interés de España en participar, por medio de Repsol, en la suculenta tarta del petróleo de la ex colonia española. Un negocio semiclandestino que Obiang controla.
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