Los clásicos de la sociología –pensemos en Marx y su concepto de alienación, en Durkheim y la anomía o en Weber y el desencantamiento del mundo- fueron conscientes del potencial que se podía esperar del sufrimiento como analizador social. Sin embargo, el interés por el significado existencial y las implicaciones éticas y sociopolíticas del sufrimiento en la vida social decayó hasta desaparecer durante los años “gloriosos” de la modernidad funcionalista ocupada en tratar las relaciones humanas desde la pura racionalidad de una abstracción cuantificable capaz de exorcizar la dimensión existencial de las relaciones sociales, la auténtica maldición del sociólogo. El propósito de este artículo es reflexionar sobre el sufrimiento como marco conceptual para la comprensión de una amplia gama de problemas sociales actuales. Partimos, para ello, de una proposición teórica básica: que el sufrimiento no es sólo una categoría que permite, trascendiendo la esfera de lo individual psicológico, observar bajo un mismo prisma problemas humanos que, aunque diversos, tienen un origen común en el daño que las fuerzas sociales infringen en la experiencia humana, sino también un elemento estructurante de la sociodicea actual, de sus formas de subjetivación e intervención social e institucional.
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