Gran parte del espacio rioplatense, sin ríos navegables, ni acceso al mar, dependió de tropas de carretas tiradas por bueyes y recuas de mulas para la satisfacción de su demanda de transporte hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX, cuando comenzó a extenderse la red ferroviaria. Si bien el sistema de transporte terrestre implementado tenía a su favor ciertas diferencias regionales en los recursos y una considerable cantidad de asentamientos, estos beneficios no siempre lograron compensar las dificultades que significaban el estado de los caminos (simples huellas abiertas a través de las pampas, que poca o ninguna atención recibían por parte de las autoridades, y que en ocasiones eran mejoradas por los propios transportistas) y las largas distancias entre los dispersos poblados. Además, tal sistema no era totalmente especializado y tuvo variados impedimentos que interferían su cometido. En síntesis, el funcionamiento del transporte terrestre rioplatense se enfrentó, hasta la llegada del ferrocarril, a distintos inconvenientes, que si bien entorpecieron el logro de una adecuada integración, no impidieron una relativa fluidez en la circulación de personas y recursos entre las diversas y distantes áreas del territorio en cuestión
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