La aplicación de técnicas no invasivas al estudio del cerebro humano ha abierto la posibilidad de explorar el sustrato biológico de nuestra conducta y actividades mentales, y explicarlas en función de la actividad cerebral. Se han iniciado varios proyectos internacionales con el objetivo de mejorar estas tecnologías para su aplicación en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales. Algunas de estas iniciativas sugieren el uso de estas nuevas tecnologías en la mejora de nuestras capacidades cognitivas. El objetivo de este artículo es señalar la discrepancia actual entre las posibilidades de análisis de la función cerebral que proporcionan estas nuevas tecnologías y la falta de un marco teórico que inspire el diseño de experimentos significativos y la interpretación de los datos que ya están proporcionando. Esta discrepancia, asumida por la mayoría de neurocientíficos y que de hecho justifica sus esfuerzos, necesita ser conocida para informar el debate ético sobre el futuro de las aplicaciones de estas tecnologías y el conocimiento derivado de su uso.
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