Generalmente se concibe al Chaco como un espacio vacío que tiene, en todo caso, interés para los antropólogos. Pero la evidencia documental, las crónicas y ciertas consideraciones lógicas nos permiten sostener la hipótesis de que ese enorme espacio habitado por pueblos que rechazaron la colonización europea, fue de modo permanente un escenario de intensas transacciones comerciales y sus concomitantes prestamos culturales. En este artículo se examinan aquellos hechos que ofrecen alternativas a la guerra de fronteras: en particular, el reclutamiento laboral de los aborígenes en las haciendas españolas y las propuestas que los mercaderes de fines del XVIII hicieron a las autoridades con vistas a confirmar a la región como zona comercial y acaso productiva, poniendo a la guerra como un ejercicio inútil
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