Desde una antropología teológica social se reflexiona sobre el sentido del hombre y del trabajo humano. En esta perspectiva el hombre es un misterio en el que solo puede adentrarse teniendo en cuenta que es imagen y misterio de Dios. Parte de este misterio es su libertad, elemento indispensable para hacerse a sí mismo y continuar la creación y recreación del mundo. El autor concibe la Doctrina Social de la Iglesia como la aplicación del evangelio la convivencia humana y analiza siete criterios orientadores para lograr una convivencia en la verdad, la justicia y la solidaridad. Concluye afirmando que sin solidaridad no hay crecimiento humano y no hay salvación.
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