Sin perder nunca de vista el calendario –el plazo de “tres semanas o un mes” es muy exigente–, Pedro Sánchez se ha lanzado de cabeza a las intrincadas negociaciones que podrían llevarle, o no, al Palacio de La Moncloa. Toda una filigrana política con la que el “presidenciable” socialista quiere lograr, para sobrevivir al frente del PSOE, lo imposible: contener la pugna entre Ciudadanos y Podemos con el fin de lograr la masa crítica que necesita para gobernar. Pero para llegar hasta aquí, Sánchez ha tenido que jugar fuerte, con una última y sorprendente apuesta: la inédita consulta a los militantes. Con ello, el líder socialista ha convertido su guerra contra los barones en un pulso entre el poderoso aparato territorial y las bases del partido. Un pulso que, gane quien gane, alumbrará a la postre un nuevo PSOE, que poco o nada tendrá que ver con el histórico partido ‘presidencialista’ de Felipe González.
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