El presente texto plantea el lugar preponderante que tuvo la escritura en la configuración política del ciudadano moderno. Prácticas escriturales concebidas para el desarrollo de la autonomía, el autocontrol y la domesticación de las pasiones fueron algunas de las aristas que promovieron la construcción de un sujeto racional que pudiera participar en la esfera pública y en las actividades propuestas por el Estado-nación. Hoy, el sentido de la escritura moderna ha variado: paralelamente a las transiciones económicas, sociales y tecnológicas están sugiriendo otros modos de escribir. De hecho no requerimos de aquel tipo de escritura como única condición para la participación política, pues hoy los movimientos sociales y las interacciones comunicativas-digitales de muchos jóvenes con sus narrativas hipertextuales nos muestran una reivindicación de lo oral, lo sonoro y lo icónico como trámite de una subjetividad política que no deviene racional en el sentido moderno, sino nómada, vernácula y sensible.
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