El derecho es para la gran mayoría de personas, algo ya dado, algo que la sociedad les impone de manera inexorable. Inclusive para muchos "hombres de leyes" -entre quienes se cuentan no pocos jueces y magistrados-, el derecho es tan sólo un fatalismo de la ley, y ésta es una forma arbitraria, fría, rígida, todopoderosa, que no entiende ni perdona, que nada tiene que ver con la equidad ni con los valores. También en este sentido la justicia resulta ser ciega, para muchos que andan a oscuras por el mundo de las leyes. Los rábulas, leguleyos y golillas manipulan la ley y emasculan el derecho, y en eso consiste su triste oficio para malvivir. Los solemnes y pomposos "juristas", sacerdotes del positivismo, sacrifican los valores a las formas y de nuevo vendan a la indefensa justicia, mientras otros aún más inmorales la venden. Y sin embargo, pretenden la aureola de hombres justos, de servidores de la justicia y del derecho, cuando en verdad de ellos se aprovechan, para el lucro vil o la vanidad enfermiza.
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