La intensificación de las migraciones de larga distancia a partir de las últimas décadas del siglo XIX tuvo su correlato en una actividad legislativa dirigida a restringir su flujo en el Reino Unido, uno de los principales países receptores de tiempos decimonónicos. De todos modos, también en los estados americanos subpoblados y ávidos de inmigrantes se multiplicaron las regulaciones legales restrictivas. Si bien la aceptación o el rechazo de los inmigrantes se relacionó con las fluctuantes necesidades de mano de obra, también es cierto que su deseabilidad o indeseabilidad se basó en estereotipos culturales o nacionales que sistemáticamente menoscabaron el aporte que podían brindar los originarios de ámbitos considerados extraños a la llamada civilización occidental. En realidad, se construyeron ideales racializados dirigidos a excluir o invisibilizar a los sectores de la población que pasaron a ser considerados “minorías”.
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