Eduardo Fernández Rodríguez, Rocío Anguita Martínez
La globalización en tanto sistema económico, político, sociológico, cultural e ideológico, demanda una serie de competencias (Reimers, 2009) vinculadas al desarrollo, reconocimiento y promoción de habilidades blandas (softskills), cuyo origen se encuentra en toda una serie de competencias sociales – conocimientos tácitos (Nonaka y Takeuchi, 1999) – que los individuos adquieren fruto de sus experiencias de interacción social a lo largo de su vida y en cohabitación con otros espacios y entornos de aprendizaje. Algunas habilidades como las de colaboración, pensamiento crítico o gestión de la complejidad – tan necesarias para la participación ciudadana y el incremento de la empleabilidad – pueden cristalizarse a través de experiencias de educación expandida, características de contextos educativos no formales o informales.
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