Uno de los grandes retos a los que se enfrentan las economías de la OCDE es embridar el incremento de las desigualdades que comenzó hace algo más de tres décadas. Antes del estallido de la crisis y durante muchos años la política económica de los gobiernos de los países más desarrollados se ha basado en dos ideas: (i) la muy gráfica de que cuando sube la marea, todos los barcos salen a flote;
y (ii) el no tan intuitivo principio (u óptimo) de Kaldor-Hicks, según el cual un resultado es más eficiente que otro si para los que se benefician del cambio es posible, al menos en teoría, compensar a quienes se ven perjudicados con la nueva situación. Hoy sabemos que el segundo teorema de la economía del bienestar asume una serie de circunstancias ideales �completitud de los mercados, información perfecta, etc.- que no se dan en los mercados reales y que los aumentos de los ingresos del percentil 99 desde medidados de la década de los 70 lo han sido a expensas de una reducción de entre dos y tres puntos en la fracción de los quintiles 1-4. Sin duda hay una gran variedad de medidas que un gobierno preocupado por los resultados de la distribución podría adoptar. Pero cabe incluir todas estas medidas en dos grandes estrategias: redistribuir y predistribuir. En este trabajo nos centraremos en esta última.
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