A partir de la concepción pitagórica de la naturaleza como armonía, Schelling le otorga a la música lugar un ambivalente: por una parte es la más �física� de las artes, por otra, en cuanto expresa el �movimiento puro�, es la más espiritual. Esta ambivalencia, sin embargo, no alcanza a ocultar su indudable impronta romántica. La música finalmente � cual metafísica oculta� no es sino expresión de la propia naturaleza in statu nascendi.
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