La lucha que el pueblo español emprendió contra el invasor precipitó unos efectos de desarrollo político-social impensados en un primer momento. El pueblo se encontró, en un breve espacio de tiempo, con que debía gobernarse sin la presencia referente de su rey, defender la estructura monárquica pero sin monarca. Esto provocó el surgimiento de un nuevo tipo de poder, un poder más cercano al ciudadano y del que empezaba a hacerse copartícipe.
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