Cuando en el siglo XIX la ciencia ilumina la labor policial, el encargado de darle al interruptor de la luz fue precisamente un nuevo espécimen de investigador: el detective; un tipo que viste de paisano y utiliza más la mente que la fuerza bruta para resolver los casos. Es este nuevo tipo de profesional el que comprende que ayudándose de forenses, fotógrafos y estudiosos de la psique humana se consigue acotar el cerco y capturar antes al criminal.
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