Uno de los aspectos más fascinantes de la cultura popular es que cada época tiene una banda sonora que se vuelve inseparable de los acontecimientos que suceden a pie de calle. La culpa de esta simbiosis se debe a los movimientos juveniles, que muchas veces logran esquivar a las modas y consolidan un ambiente alternativo que se rige por sus propias normas y sus ritmos autóctonos. Aunque luego acaben absorbidos por la corriente mayoritaria y estén sometidos a las imposiciones económicas. Precisamente esto es lo que sucedió con el fenómeno del surf a finales de los años 50, cuando los surfistas de California escuchaban bebop en los bares de playa mientras esperaban a que llegaran olas gigantes. Y lo mismo se repetía tres décadas más tarde, al unirse la rebeldía del skate con el mundo del jazz gracias a los primeros vídeos que lanzaron algunas marcas independientes para promocionar a sus estrellas. Entonces el monopatín y ese género más negro que el carbón se convirtieron en dos caras de la misma moneda, sin embargo, todavía faltaba que algún artista con proyección internacional se animara a plasmar en imágenes aquella unión tan inverosímil, anacrónica y profundamente hermosa. Es en esta parte de la historia que entra en escena Ian Johnson, un ilustrador que vive en San Francisco y que trabaja como director creativo en el legendario sello Western Edition. Bienvenidos a un viaje personal y geográfico por su universo visual repleto de estrellas de la época dorada del jazz y de tablas de skate con diseños vanguardistas.
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