A partir de cuestionamientos acerca de la naturaleza, las instituciones o las personas implicadas en el conflicto y en el duelo por las violencias, este trabajo sostiene la hipótesis de que, en el caso colombiano, la sociedad necesita la elaboración del duelo. Un aspecto fundamental para lograrlo es su expresión en palabras, como una manera de evitar el olvido, y la posibilidad de poner en público y para el público el sufrimiento. Aquí, la autora se refiere a casos concretos como los de Sudáfrica y los de algunos países suramericanos que han encontrado en la expresión colectiva del dolor un avance en su superación y en la búsqueda de la verdad. Finalmente, se retoman las diferencias entre memoria ejemplar y literal, y se plantea la necesidad de la reconstrucción de una memoria colectiva como memoria ejemplar, con sentido político, orientación pedagógica y respaldo del Estado, que evite conversión de víctimas en victimarios y propicie, para las gentes y los pueblos, la recuperación de lo que los pactos de “perdón y olvido” pretenden borrar de la historia del país .
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