La defensa del medio ambiente es uno de los ámbitos en los que sigue habiendo una importante presencia de revuelta violenta, pero también de desobediencia fatigada a los mandatos de que cambiemos nuestro comportamiento. Esto se explica por el rechazo a pensar en el lugar del hombre y en la moralidad del cambio medioambiental, el abandono del método científico y el agotamiento de la democracia representativa. Un estado con métodos anacrónicos no puede impulsar los cambios necesarios, cambios que deben llevarse a cabo con la mayor justicia social. Para salir de la crisis y de los fracasos que provoca la desobediencia, es necesario establecer la legitimidad de otros actores además de los representantes elegidos, innovar mediante nuevos métodos de acción pública y contar con un bagaje de conocimientos no estatal del que los ciudadanos puedan apropiarse.
Environment is an area where violent resistance prevails, but also an area where disobedience is undermined by calls to behavioral change. The latter can be understood as a refusal to think the place of man and the moral of environmental mutation, the abandonment of scientific methods and the exhaustion of representative democracy. A state using anachronistic approaches cannot promote the necessary changes which must be introduced with a respect to social justice. In order to escape the crisis and the failures generated by disobedience, it is necessary to legitimate other stakeholders besides elected officials, to create new methods of public action, and to introduce a non-governmental expertise that citizens can eventually take over.
L’environnement est un des domaines où la révolte demeure violente, mais aussi celui d’une désobéissance lassée à des injonctions de comportement. Celles-ci s’expliquent par le refus de penser la place de l’homme et la morale de la mutation environnementale, l’abandon de la méthode scientifique et l’épuisement de la démocratie représentative. Un État aux méthodes anachroniques ne peut impulser les changements nécessaires ; et ceux-ci doivent être conduits dans la plus grande justice sociale. Pour échapper à la crise et aux échecs que la désobéissance suscite, il faut fonder la légitimité d’autres parties prenantes que les élus, innover par de nouvelles méthodes d’action publique et instaurer une expertise non étatique que les citoyens pourront s’approprier.
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