El artículo parte de una serie de preguntas sobre el estado actual del campo de los estudios literarios para poder rediseñar nuevos espacios atendiendo a formas del pasado que retornan en ciertas escrituras del presente: ¿será posible atender a las incumbencias de nuestra disciplina (entendida como la construcción de un campo de saber con un conjunto de métodos específicos) sin quedar cautivos en los exclusivos territorios de la autonomía? ¿Cómo dar cuenta de la coyuntura que necesariamente atraviesa toda experiencia sensible sin reducirla a diferencias de género, étnicas o sociales? ¿Cómo darle lugar, en nuestros de estudios, al desafío que constituyen las nuevas tecnologías?
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