La escuadra española había quedado embotellada en Santiago de Cuba, una plaza mal abastecida y poco defendida, situada en la región más distante de la Habana y peor controlada por España. En Madrid, con desconocimiento ridículo de las posibilidades de la escuadra de Cervera, le pedían que ¡zarpase hacia Filipinas para batir allí a Dewey! El capitán general de Cuba, Blanco, no menos despistado, exigía que se enviasen a la isla cuantos barcos de guerra quedaran aún en la Península. España no sólo sera débil, sino que, además, no se enteraba de nada de lo que estaba ocurriendo en este conflicto.
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