En la actualidad se investigan una serie de procedimientos de administración transdérmica mínimamente invasivos e indoloros, cuyo objetivo común es alterar la estructura continua de la piel, para incrementa así el paso de fármacos a través de la misma. Entre ellos, destaca la utilización de dispositivos como el láser y las microagujas. Estas nuevas estrategias hacen de la piel una vía de administración a tener en cuenta para el gran reto farmacoterapéutico al que nos enfrentamos a comienzos del siglo XXI: mejorar la administración de grandes moléculas, anticuerpos, vacunas, péptidos, proteínas e incluso en la terapia génica.
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