En la segunda mitad de mayo de 1898, en plena guerra con Estados Unidos, en España se vivió una crisis de Gobierno con la sustitución de cuatro ministros. Mientras, en Filipinas, aisladas de la Península, se estaba a la espera: el almirante Dewey, a que le llegaran fuerzas de desembarco para atacar; el gobernador general, Basilio Augustín, a que le llegasen refuerzos para resistir o a que pisaran tierra los norteamericanos para capitular. En Cuba, se saltaba de alegría por la llegada de la escuadrilla de Cervera y se rechazaban algunos intentos de desembarco norteamericanos. Pascual Cervera, en Santiago, apenas llegado, no sabía cómo salir de aquella ratonera.
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