Una pregunta recurrente en los debates actuales sobre el arte (léase contemporáneo) es si tiene todavía sentido hablar de “arte emancipatorio”. Esta pregunta recupera la cuestión de la relación entre arte y política y nos plantea una vez más el problema de la neutralización de las prácticas artísticas actuales, a la luz de los logros y los fracasos de las primeras vanguardias: es decir, no pensando siempre en lo que se gana, sino también en lo que se pierde. Muchas de las respuestas a esta pregunta parecen darse en función de ciertas maneras de explicar el acabamiento de las vanguardias y tienden a formularse en un registro que va desde la parodia al rechazo o a la búsqueda nostálgica de lo perdido. Pero la cuestión no consiste en abandonar toda ambición social que pueda tener el arte, tampoco en aferrarse con desesperación al rescate de las vanguardias históricas o de las viejas verdades, sino en entender cómo y en qué condiciones podrían abrirse hoy sus estrategias criticas y cómo reconectar la experiencia de arte con las experiencias de la vida. Desde una perspectiva que no deja de ser una de la continuidad, el interrogante inicial se podría reformular en los términos de Hal Foster: “¿cómo conservarle (o devolverle) una radicalidad al arte, sin un nuevo cierre excluyente o [un nuevo] dogmatismo?” Entiendo por “radicalidad” una apología del papel funcional del arte, en su tarea compensatoria y critica de (y desde) la cultura pluralista actual. Siendo ésta una cuestión crucial tanto para el arte como para la crítica, no será este articulo el que dé con la Solución. Pero una aproximación seria ir señalando cómo diferentes maneras de explicar el acabamiento de las vanguardias corresponden a diferentes maneras de reducir su función crítica y mediadora, a sus actuales formas de asimilación y neutralización. Más allá de cualquier postura teórica, hay prácticas artísticas que continúan intentando conectar el arte con la praxis vital. Por ejemplo, las obras apropiacionistas de Jeff Koons y más recientemente, de Krysrtof Wodiczko, pero aquí me referiré sobretodo al rumano Daniel Knorr y a su intervención dentro del proyecto Public Art Bucharest 2007.
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