La taxonomía y la nomenclatura zoológicas han estado siempre sometidas a un considerable antropocentrismo. Desde Linneo, la mayoría de las clasificaciones colocan al hombre en un lugar preeminente y único entre los animales, quizá como herencia de la cultura griega ('el hombre es la medida de todas las cosas'). Este prejuicio ha conducido a veces hacia una interpretación etnocéntrica de la evolución y la paleontología humana
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