El olfato humano no huele gases como el monóxido de carbono ni la mayoría de los que componen el gas natural, pero se pueden construir ‘narices’ artificiales con esa capacidad y, por ende, la de advertir la presencia de esas sustancias en ambientes en los que podrían representar un peligro. También es posible construir dispositivos de ese tipo capaces de diferenciar el pescado fresco del viejo.
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