Lo tuvo todo en su juventud: encanto, belleza, talento, fortuna, fama y amores, pero con el paso de los años se convirtió en una mujer enferma, desilusionada y desgraciada hasta límites insospechados. La vida le golpeó de forma injusta y brutal porque fracasó su relación con Alain Delon, su único y verdadero amor; vivió la tremenda experiencia del suicidio de su primer marido y sufrió el inmenso dolor de perder a su hijo, que murió empalado a consecuencia de un absurdo accidente en su propia casa. Por todo ello, no es de extrañar que a los 43 años no encontrara razón alguna para seguir viviendo y que buscara el olvido en el alcohol y en las drogas. El 29 de mayo de 1983 Romy Schneider falleció "oficialmente" de muerte natural a consecuencia de un ataque cardíaco.
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