La creatividad de los niños, la improvisación que admiramos y envidiamos los adultos y esa ausencia de miedo a equivocarse que ya hemos olvidado son cualidades que no se diluyen con el tiempo, se van matando. Las matan los adultos haciendo creer a los niños que tienen la única respuesta correcta, la suya, y tan sólo un camino para llegar, el que marca el sistema educativo.
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