Hubo un tiempo en la historia de la televisión en el que la programación se interrumpía para dar paso a la siesta y permitir el descanso de los bien pensantes. Hubo una época en la que los niños se acostaban antes de que comenzasen las noticias de la noche. Hubo, en fin, un tiempo y una época en la que la técnica y los recursos eran aún limitados, un tiempo y una época de cartas de ajuste y tonos grises. Era entonces cuando la mayoría de las familias recibían ayudas por ser numerosas y cuando los rombos sobrevolaban las pantallas de los televisores alejando a los niños de su vera. Hoy, aquellos días se han convertido en recuerdos, en imágenes que, indefectiblemente, regresan desde el blanco y negro.
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