Las recientes visitas a Moscú del primer ministro griego, Alexis Tsipras, y del presidente chipriota, Nikos Anastasiadis, recuerdan que la Rusia de Vladimir Putin no sólo puede desestabilizar Europa utilizando el frente ucraniano. Los recientes gestos rusos de diálogo hacia países doloridos económicamente como Grecia o Chipre ponen de manifiesto que el Mare Nostrum es una región que no ha dejado de interesar al Kremlin. El mantenimiento y la extensión de la influencia políticoeconómica además de la búsqueda de oportunidades energéticas forman parte de los objetivos mediterráneos de Moscú.
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