Las cámaras de videovigilancia llevan años proliferando en casi todo el mundo. Sin embargo, ni las evaluaciones existentes dan motivos que justifiquen este entusiasmo por las cámaras en la lucha contra la delincuencia, ni las imágenes grabadas han servido de forma determinante en la prevención o resolución de grandes delitos recientes. La pregunta que emerge, pues, es: ¿cómo es posible que la videovigilancia haya conseguido no solo imponerse sino seguir una trayectoria de expansión, mantener cifras de apoyo popular considerables y generar un consenso favorable inquebrantable entre los responsables políticos, las autoridades policiales y la población en general? A través del repaso a las propuestas académicas realizadas hasta ahora que vinculan la videovigilancia con procesos económicos, sociológicos y políticos más amplios, y con base en los trabajos existentes sobre la evolución de la proliferación de la videovigilancia en España, este artículo pone sobre la mesa, desde una perspectiva sociológica y politológica, la pregunta que nadie parece tener deseos de plantear: ¿por qué la videovigilancia?
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