El caso Pinochet se ha cerrado, parece que a gusto de los principales Gobiernos implicados, Chile, Gran Bretaña y España. No en vano, así lo habían pactado, en negociaciones que se concretaron a partir de junio del año pasado. Pero las consecuencias del asunto no se han apagado. Un ejemplo es el profundo malestar que se detecta en gran parte del cuerpo diplomático español en contra del ministro Abel Matutes, al que reprochan su forma de actuar errática y torpe. El distanciamiento era tal en los últimos tiempos que el equipo de Matutes había incluso renunciado a pedir informes sobre el caso a la asesoría jurídica del propio ministerio
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