La democracia tiene tendencia a desconocer, incluso a negar las amenazas de que es objeto, tánto le repugna tomar las medidas adecuadas para responder a ellas. Sólo se despierta cuando el peligro llega a ser mortal, inminente, evidente. Pero entonces, o bien le falta tiempo para poder conjuralo, o bien el precio que debe pagar para sobrevivir resulta aplastante
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