La Unesco ha fijado entre sus prioridades suscitar el diálogo intercultural y preservar la identidad en materia de diversidad cultural. En el caso colombiano estos temas han sido incluidos precariamente como parte de la política exterior durante la última década; la diplomacia cultural se ha limitado a la promoción coyuntural de las distintas manifestaciones y expresiones artísticas y, en algunos casos, al fortalecimiento de la infraestructura cultural colombiana. La priorización de este tema es un reto para el país en la medida en que se convierte en un mecanismo para alcanzar los fines estratégicos estatales mediante formas profundas de diálogo y mediación cultural propias del soft power.
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