En 2011 aparecía un nuevo Estado: después de décadas de guerra, la población de Sudán del Sur votó en referéndum la decisión de separarse del Norte de Sudán, convirtiéndose en el país más joven del mundo. Nacía así un Estado tan ilusionado como frágil, con pocas infraestructuras, servicios básicos precarios y reivindicaciones políticas no resueltas. El recién nacido Sudán del Sur no ha tenido oportunidad de crecer: en diciembre de 2013, el partido gobernante, el Movimiento Popular de Liberación de Sudán (SPLM) se dividió y la crisis explotó en todo el país. Desde entonces, la población civil es la que más sufre las consecuencias de los enfrentamientos armados entre las tropas que respaldan al presidente, Salva Kiir, de la etnia dinka, y los soldados leales al ex vicepresidente, Riek Machar, de la etnia nuer. Los enfrentamientos han hecho reaparecer las viejas tensiones y castigan, sobre todo, a los sectores de la población más vulnerables: mujeres, ancianos y niños
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