El interés del hombre por los primates se pierde en la remota lejanía del tiempo. Las civilizaciones de la antigüedad se referían con simpatía y cariño a estos animales a los que a menudo rendían culto, siendo la vinculación totémica, que muchos pueblos de la selva africana mantenían con los primates de su entorno, la prueba evidente de una relación amistosa y prolongada que, al sublimarse, se tornó mística.
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