La programación, a veces agotadora, a la que se ven abocados especialmente los atletas, les obliga a depender más de los médicos de su equipo que de sus entrenadores. El control del esfuerzo físico y la búsqueda del momento justo para ganar una competición internacional o la conquista de un record ya no depende sólo de los grandes directores técnicos. Un record mundial está más en consonancia con el factor químico que con la preparación. Conviene, no obstante, recordar que un record mundial como el de Ben Johnson sólo es posible si, además del botiquín, existen cualidades excepcionales en el propio individuo. El doping no produce grandes campeones, pero sí ayuda a mejorar: a quienes ya lo son.
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