La excitación provocada por el anuncio de la fusión fría es comparable a la que despertó en su día el que las sustancias radiactivas emitieran una energía de origen desconocido. Así, el St. Louis Post-Dispatch, del 4 de octubre de 1903, especulaba (por desgracia, acertadamente) sobre el posible uso de este descubrimiento para destruir el mundo. En cambio, la fusión fría se ha presentado como la solución definitiva y barata al problema de la energía.
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