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La política exterior 200 años después de Bismarck

  • Autores: Frank-Walter Steinmeier
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 29, Nº 165, 2015, págs. 152-159
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • La refinada y compleja política exterior de Bismarck derivó en el aislamiento y la confrontación con Europa. La historia de Alemania de los últimos 200 años da una lección ejemplar: el orden internacional solo se puede construir conjuntamente.

      Otto von Bismarck fue alumno del Instituto Evangélico de Educación Secundaria Grauen Kloster de Berlín. No todos los centros de enseñanza tienen unos antecedentes así. ¿Significa eso que los actuales alumnos deben descubrirse con veneración cuando pasan por delante de su retrato en el vestíbulo? Veamos más en detalle qué clase de estudiante era ese tal Bismarck. Era bueno en las asignaturas con las que disfrutaba, bastante menos en el resto, y, sobre todo, siempre aplicado en el momento preciso, es decir, justo antes del examen. Podríamos decir que era un "trabajador temporal". En todo caso, no pasó el examen de selectividad con un sobresaliente. Sea como sea, al final llegó a algo. Y, sobre todo, con o sin notas, aprendió mucho. Dominaba una cantidad impresionante de idiomas, entre ellos también el ruso, y desde muy temprano la Historia se convirtió en su asignatura favorita.

      Por cierto, cuando Otto von Bismarck llegó a este instituto para hacer sus estudios secundarios, posiblemente se sintiese tan intimidado por la venerable tradición del centro como se pueda sentir uno en la actualidad. Entonces el instituto estaba en el llamado barrio de los Conventos, cerca de Alexanderplatz. El centro de enseñanza más antiguo de la ciudad fue la escuela de la élite intelectual prusiana en los siglos XVIII y XIX. Schadow y Schinkel completaron aquí la secundaria, al igual que Friedrich Ludwig Jahn - más tarde conocido como "padre de la gimnasia" - , que llegó a ser profesor de la institución, así como el teólogo Schleiermacher y el historiador Droysen. Puede que todo ello le intimidase. El hecho es que Bismarck se presentó lo antes posible al examen de selectividad. Quería volver a Pomerania, a Kneiphof, al entorno familiar de su infancia. Eso es algo que a un joven de hoy día le cuesta entender: a Bismarck no le gustaba Berlín. El caos de la gran ciudad de los inicios de la industrialización, las revueltas, la pujante clase trabajadora que quería hacerse oír, le fueron ajenos durante toda su vida, y, junto con ello - permítanme la observación - , también la socialdemocracia.

      El retrato de Bismarck no cuelga solo en este instituto. En el lugar donde yo trabajo también hay uno. Está en el llamado Salón de Bismarck, donde cada día a las nueve tiene lugar la reunión de los altos funcionarios del ministerio de Asuntos Exteriores para comentar la situación mundial. En época de la República Democrática, en esa sala celebraba sus sesiones el comité central del Partido Socialista Unificado de Alemania. En aquel entonces, de la pared colgaban los retratos de Marx y Engels. Antes de eso, el edificio fue sede del Reichsbank (banco central) del régimen nazi. Se pueden imaginar qué retrato debía de colgar allí entonces. Hoy está precisamente el de Bismarck. Una sola habitación puede ser reflejo de la historia alemana.

      Que su retrato esté allí no significa que Bismarck sea el modelo de nuestra política exterior. Bismarck fue el creador del ministerio de Asuntos Exteriores, y la imagen rememora este hecho. Nada más, pero tampoco nada menos. Cuando lo miro, lo hago desapasionadamente: no veo a Bismarck como un héroe, pero tampoco como un villano. Esas categorías morales no tienen cabida en la reflexión histórica ni, desde luego, en la política exterior


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