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Resumen de El largo adiós de Reino Unido

  • Lo que durante años fue un lamento permanente en Bruselas se ha convertido en aceptación: Reino Unido no está comprometido con el núcleo del proyecto europeo. O tiene otra idea sobre lo que debe ser ese núcleo: más comercio y apertura financiera; menos integración política y responsabilidades compartidas. En el fondo del recelo - para algunos desafección - está el temor a la pérdida de poder británico, un poder que, según el académico Walter Russell Mead, hoy ya solo reside en la City de Londres.

    Desde la entrada en 1973 en las Comunidades Europeas, Reino Unido no ha hecho más que marcar distancia y mostrar su ambigua visión sobre el futuro de la hoy Unión Europea. Esto ha sido así tanto con gobiernos conservadores - Margaret Thatcher era una euroescéptica confesa y practicante - como laboristas - pese al entusiasmado europeísmo inicial de Tony Blair - . Pero ha sido David Cameron el agitador de la relación con Bruselas, hasta el punto de prometer un referéndum en 2017 sobre la permanencia en la UE de ganar las elecciones de 2015.

    Se celebre o no el referéndum, Cameron ya creó un grupo de trabajo para revisar todas y cada una de las competencias que Reino Unido tiene transferidas (total o parcialmente) a la UE. El objetivo es plantear un proceso de "devolución"; es decir, una renegociación de las condiciones de pertenencia para uno de los miembros. Si el Tratado de la Unión contempla las vías de salida de un país, no recoge nada semejante a una devolución. Claro que para eso está la política: para hacer posible lo que en un principio no lo es. Quizá el referéndum sea un alivio para todos, independientemente del resultado. Los europeos se muestran firmes en que no se ofrecerá una Europa a la carta, algo que, en cualquier caso, ya tiene Londres con sus opt-outs sobre varias políticas.


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