Más de 500.000 españoles conocen el infierno de las sectas. Atrapados por nuevas religiones o filosofías, se sienten abandonados por la ley, que en más de 20 años de democracia ha pasado por alto uno de los fenómenos más peligrosos de final de siglo. Sólo algunas comisarías dedican agentes para luchar contra estos grupos. Incluso el Cesid ha destinado varios agentes a vigilar a los grupos más conflictivos ante el temor de que puedan atentar contra la seguridad nacional.
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