El origen de la civilización humana está estrechamente relacionado con la permisividad climática que surge tras la finalización del último período glaciar. Ello posibilita la práctica de la agricultura y el aprovechamiento pastoral del territorio a medida que se van domesticando animales, generando con ello el proceso de la sedentarización. No por casualidad, estas acciones se llevan a cabo en la zona de influencia de dos grandes ríos, el Nilo y el Yang-Tsé, geográficamente muy alejadas entre sí y aparentemente sin relación alguna entre ellas. Sin embargo, una ligera atención a sus orígenes nos muestra una coincidencia que pocos hasta ahora han llegado a señalar. El monzón del océano Índico y el efecto Foëhn en dos barreras montañosas es la conexión.
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