En la década del 80, el mercado interno nacional había ya perdido su rol como motor de las llamadas "economías regionales" y las crisis en recurrentes de la economía vitivinícola mendocina se habían vuelto estructurales. Esto incidió en que la reestructuración económica comenzara en Mendoza, con cierta antelación a los cambios que se producirían en el nivel nacional. Mientras que el primer gobierno provincial posterior a la dictadura había hecho hincapié sobre la institucionalización de los valores democráticos recientemente recuperados por los argentinos, el segundo período de gobierno que se inició en 1987 se concentró sobre un proyecto concebido para "terminar de una vez por todas con las crisis de la economía provincial". La fortaleza y la aceptación lograda por ese plan de gobierno provenían, en parte, de una plataforma electoral elaborada mediante un proceso participativo que articulaban a políticos y técnicos. El peronismo mendocino de esos años aparecía como una generación de "jóvenes" (en su cuarentena) motivados por una voluntad política de transformación de la realidad. A ellos se sumaban numerosos equipos y cuadros técnicos formados y dispuestos a implementar esas propuestas. El ámbito empresarial apoyó también la propuesta económica de esta gestión, a pesar de su filiación peronista. Fijando objetivos de desregulación, de apertura económica y de orientación hacia las exportaciones, el discurso político así como el espíritu de importantes sectores de la sociedad mendocina mostraban un cierto optimismo respecto de las oportunidades que se abrirían con el cambio. En un plano más profundo, éste se basaba en una confianza -construida históricamente por la sociedad mendocina- en las capacidades locales para encontrar “un nuevo lugar en el mundo”. Así, a partir de 1987, la provincia de Mendoza se moviliza fuertemente en torno un proyecto que, bajo las banderas de la autonomía y de la reivindicación de los valores del federalismo, haría "surgir a Mendoza del triste destino de un país en crisis". La larga agonía de la vitivinicultura había preparado el terreno para un cambio. Se hablaba de “reconversión”, “diversificación” y “exportación”. Pocos años después, los efectos del modelo orientado hacia las exportaciones eran ya perceptibles.
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