La luz ha sido asociada desde Platón hasta la Ilustración al Bien, al conocimiento y a la Verdad. Sin embargo, a partir del siglo XIX, se observa un repensar del discurso que valoriza la luminosidad como algo positivo y la oscuridad como ignorancia. El énfasis en la sombra y en lo oscuro, que empieza con el Romanticismo, se desarrolla en la literatura, el arte y el cine político del siglo XX. La luminosidad aparece asociada a los excesos de la razón que llevan a la deshumanización de las sociedades contemporáneas y al totalitarismo. En cambio, la oscuridad y la ceguera dejan de ser simplemente condiciones negativas y se transforman en una metáfora de la resistencia del individuo cuando confronta la opresión política. En este artículo, se explorará esta nueva comprensión de la oscuridad y la ceguera en el arte de Ana Maria Pacheco, en la obra teatral La Muerte y la Doncella de Ariel Dorfman, en la película Garaje Olimpo, dirigida por Marco Bechis, y en la novela Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago
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