Con la Ley 18/2013, la que llamamos legislación taurina confirma definitivamente su identidad frente a la legislación general de espectáculos: ésta, de acuerdo con sus fines, regula a todos ellos desde el punto de vista externo, en su policía administrativa; aquélla, en cambio, trata por excelencia sobre las corridas de toros y, con una finalidad completamente distinta, las regula en su interioridad, imponiendo sus elementos y dinámica técnico-artística.
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