En este artículo exploramos las posibilidades que ofrece la toponimia para el estudio aplicado de procesos de marginalidad geográfica. Tomando como ejemplo algunos topónimos de Cataluña y Aragón, y de otros lugares de la Península Ibérica, documentados al menos desde la Edad Media, analizamos la evolución de estos nombres en sí mismos y en relación al ámbito espacial al que se han aplicado, o se aplican. Se trata de observar, en definitiva, si la toponimia nos suministra una información significativa para evaluar los procesos de transformación y cambio que sufre el territorio, y de comprobar si las situaciones de marginalidad física reflejadas por algunos topónimos antiguos se han visto alteradas, o no, por el paso del tiempo.
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