La figura histórica del jurista se construye en Europa durante la Edad Media, sobre el recuerdo mitificado del pasado imperial romano. Ese mismo recuerdo mítico de Roma sirve para promover la construcción de entidades políticas que terminarán convirtiéndose en los actuales Estados. Si bien ambas figuras (los juristas y el Estado), provienen de un mismo recuerdo histórico (el de Roma), terminarán constituyendo entidades del todo contradictorias (un auténtico oxímoron), hasta el punto de que el desarrollo del Estado supondrá, inevitablemente, la desaparición del concepto histórico de jurista.
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