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Lo que queda de la primavera árabe, cuatro años después

  • Autores: Pol Morillas i Bassedas
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 29, Nº 163, 2015, págs. 40-45
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Los países árabes han desafiado la "transitología". La transformación que parecía inevitable hace cuatro años se ha visto limitada por factores estructurales así como por unas élites opuestas al cambio.

      Se ha cumplido el cuarto aniversario de la revolución tunecina, que algunos señalaron como el comienzo de una nueva ola de transiciones democráticas. La tercera ola democratizadora, desde mediados de los años setenta hasta los noventa del siglo XX en el sur y este de Europa, América Latina y Asia-Pacífico, no había permeado las fronteras del norte de África y Oriente Próximo. El mundo árabe se convirtió así en la "excepción", razón por la cual las revoluciones fueron recibidas con optimismo entre los creyentes de que las transiciones democráticas se producen por fases y afectan simultáneamente a diversos países de una misma región.

      El debate entre aquellos que años antes habían anunciado el fin de la "transitología" y los que la hicieron revivir alcanzó altas cotas de popularidad durante los primeros meses del despertar árabe. El optimismo democratizador de los segundos se vio reflejado en buena parte de los análisis tempranos sobre la primavera árabe (incluyendo el nombre con el que se bautizó el fenómeno). Estos destacaban las profundas transformaciones de las dinámicas sociopolíticas en el mundo árabe; la emergencia de la ciudadanía como actor político central; las demandas simultáneas de rendición de cuentas a las autoridades; y el aumento del debate público y abierto sobre el porvenir de las sociedades árabes.

      Por otro lado, los críticos de la "transitología" - discípulos de Thomas Carothers y su artículo "The End of the Transition Paradigm" - , denunciaban que esta escuela había puesto demasiado énfasis en la idea de que cualquier país que abandona la senda del autoritarismo se convierte automáticamente en un país en transición democrática. Alertaron también sobre la creencia determinista en los procesos electorales tan pronto como los nuevos liderazgos árabes llamaron a sus ciudadanos a las urnas. Como se comprobaría poco tiempo después, no puede existir una democracia sin elecciones, pero a menudo las elecciones se celebran bajo regímenes no plenamente democráticos. Mientras que en países como Túnez los comicios parlamentarios y presidenciales de 2014 han marcado un hito hacia la consolidación democrática, en Egipto las elecciones presidenciales de mayo se tradujeron en el retorno de un gobierno controlado por los militares.

      Pasados cuatro años de las primeras revoluciones, ambos campos argumentativos estarían de acuerdo en señalar que la política árabe se ha convertido en una carretera menos transitable de lo que pudo parecer en principio. En los países donde se han producido revoluciones, es difícil imaginar un retorno de regímenes autoritarios y de dictadores al estilo Mubarak, Ben Alí o Gadafi. Sin embargo, los desarrollos políticos en el sur del Mediterráneo señalan también la importancia determinante de diversos factores estructurales para el futuro de las transformaciones políticas regionales�


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